De vivir al límite en cada eliminatoria de su última conquista, con remontadas para la historia en cada paso hasta la final, el Real Madrid ha pasado a exhibir poderío como dominador de una competición en la que compite como nadie. La ilusión lleva instalada en Pamplona desde el pasado 4 de abril, día en el que Pablo Ibáñez silenció la Catedral con un tanto ante el Athletic que significó el regreso de los navarros a una final 18 años después de la disputada en el Calderón ante el Real Betis.